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—por sorprendente— acotable con medidas y determinaciones Como fácilmente se concluye, en el caso de las observaciones
exactas, el investigador se ve forzado a estudiar los ONI sin tratar del Tipo-I se excluye esa numerosa pléyade de interpretaciones
directamente con el fenómeno en sí, sino con las descripciones que son los caballos de batalla sobre los que se apoyan quienes se
del mismo. esfuerzan por no creer a ninguna costa algo sobre lo que resulta
Esto es, el analista recibe, estudia y deduce del informe del ridículo creer o no. Un fenómeno existe o no existe: ¿creen uste-
observador, quien ha percibido el estímulo, ya real, ya psicológico, des en el electrón o en las ecuaciones diferenciales?
que ha provocado en él la observación no identificada. Así, noso- La evidencia de la realidad de cualquiera de las cuatro hipóte-
tros manejamos y procesamos casos subjetivos y no sucesos cla- sis antes mencionadas sobre la naturaleza y origen de los ONI
ramente objetivos, con el desafortunado error de distorsión que constituiría, de todas formas, un notable suceso para la sociedad
ello supone. De otra parte, la existencia precisamente de dicho científica. Nosotros sugerimos que el hombre de ciencia use de su
factor «error» por parte de los testigos aumenta el valor de cual- metodología en el examen crítico y evaluación del fenómeno ONI.
quier ley, constante o estructura que nuestros análisis descubren
dentro del global fenómeno ONI. Por último, el estudioso, al tra-
bajar con informes de manifestaciones ONI, puede tratar relatos,
tras conveniente clasificación o codificación, que hablen, por ejem-
plo, de «un objeto metálico posado en tierra, junto al que se en-
contraban dos formas humanoides y que despegó hacia el cielo ve-
lozmente», sin que ello signifique repugna alguna para la mente
del investigador, ni que nuestro criterio apoye dicha afirmación.
El motivo de dedicar un ensayo más al problema de los ate-
rrizajes de ONI es bien simple. Los aterrizajes nos muestran al
fenómeno bajo escrutinio (3) en su aspecto más crítico e intere-
sante, ya que ante un caso serio y documentado de esta categoría
las «explicaciones» que forman el espectro de las posibles hipóte-
sis quedan reducidas a un mínimo, a saber:
a) Fenómenos naturales no bien conocidos aún como plasmas,
«ball lightning» o rayos en bola, etc., pero esta teoría sólo podría
aplicarse a una muy pequeña parte de nuestro catálogo de 100 ate-
rrizajes en la Península Ibérica: aquellos casos únicamente en
que el fenómeno reportado tuviese una apariencia inmaterial
(fuerte luminosidad sin ningún soporte físico, masa en movimiento
sin bordes definidos, etc.).
b) El «objeto» avistado fue fruto de una aberración mental por
parte del sujeto observador. Histerias y contagio de masas, etc.
c) Un vehículo material, un ingenio increíble y nada conven-
cional tomó tierra frente a la sorprendida o asustada expresión
del testigo.
d) La hipótesis MAGONIA, por la que los ONI podrían ser
reales pero no «extraterrestres» de origen: una hipótesis cuyas
implicaciones son quizá más vacilantes que las de cualquier otra,
pero para la cual nuestra ciencia actual no tiene aún un vocabu-
lario adecuado.
(3) Los aterrizajes, según clasificación de Jacques Valles, se denominan ob-
servaciones del Tipo-I.