Page 28 - Orgullo y prejuicio
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––Sus conjeturas son totalmente equivocadas. Mi mente estaba ocupada
en cosas más agradables. Estaba meditando sobre el gran placer que pueden
causar un par de ojos bonitos en el rostro de una mujer hermosa.
La señorita Bingley le miró fijamente deseando que le dijese qué dama
había inspirado tales pensamientos. El señor Darcy, intrépido, contestó:
––La señorita Elizabeth Bennet.
––¡La señorita Bennet! Me deja atónita. ¿Desde cuándo es su favorita?
Y dígame, ¿cuándo tendré que darle la enhorabuena?
––Ésa es exactamente la pregunta que esperaba que me hiciese. La
imaginación de una dama va muy rápido y salta de la admiración al amor y
del amor al matrimonio en un momento. Sabía que me daría la
enhorabuena.
––Si lo toma tan en serio, creeré que es ya cosa hecha. Tendrá usted una
suegra encantadora, de veras, y ni que decir tiene que estará siempre en
Pemberley con ustedes.
Él la escuchaba con perfecta indiferencia, mientras ella seguía
disfrutando con las cosas que le decía; y al ver, por la actitud de Darcy, que
todo estaba a salvo, dejó correr su ingenio durante largo tiempo.