Page 68 - Cómo no escribir una novela
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—Bueno, no estaba hablando con Jim el Zumbado, el psicópata que está
en la celda de enfrente. Ahora está muy oportunamente dormido.
—¿Oportunamente? —susurró ella.
Por la forma en que ella ladeó la cabeza, Jim supo que la anilla con
llaves que colgaba de sus macizas caderas —y la propia moza— pronto
serían suyas.
Sacarse de la chistera una de estas afortunadas casualidades como solución a los
problemas del protagonista es un truco muy habitual en las novelas de espías y de
misterios, y que también se usa para animar los pasajes más plomos de la novelas
experimentales (¿qué sería de Virginia Woolf sin sus escenas de La hija amable del
carcelero?). Pero los escritores deben tomarse el trabajo de que ese personaje con el
que va a haber una historia de amor aparezca unas páginas antes de lo que suele hacerlo
la amable hija del carcelero y su irrefrenable amor (ya sea una amable cajera, un
amable cirujano plástico o un amable maestro de artes marciales).
El enamorado ridículo
Cuando la protagonista se conforma con
poco
Melinda observó sus chupadas mejillas, su arrugada camiseta de mister
Spock, su dermatitis. Cogió su sudorosa mano entre las suyas y suspiró. En
el pasado ella sólo había reparado en su tartamudez, en su torpeza, en su
patológico miedo a las luciérnagas, en su risa nasal, en sus zapatos con
alzas, en que era el monstruo deforme del circo, en su cuerpo. ¿Por qué no
había sabido apreciar lo que había tenido delante todo ese tiempo? Todas
esas noches que habían pasado hablando sobre sus problemas con Peter, él
había estado suspirando por ella, comprendió ahora. Páncreas Jones
siempre había sido su mejor amigo. ¿Podría ser algo más?
A los lectores les gusta que un aparente perdedor se lleve a la chica y pueden valorar