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--Está demasiado oscuro -sollozó Richie-. Compréndelo... demasiado oscuro. Y
Ed...
--No importa -dijo Ben-. Tal vez así debe ser. Creo que, en efecto, así es.
Lo dejaron en el suelo y Richie le dio un beso en la mejilla. Después levantó la
vista hacia Ben.
--¿Estás seguro?
--Sí. Vamos, Richie.
El disc-jockey se irguió frente- a la puerta:
--¡Maldita seas, hija de puta! -gritó de pronto.
Y cerró la puerta de una fuerte patada. La cerradura emitió un seco sonido
metálico y quedó trabada.
--¿Por qué has hecho eso? -preguntó Beverly.
--No lo sé -respondió Richie. ,
Pero lo sabía muy bien. En el momento en que la cerilla se apagaba en las
manos de Beverly, miró sobre el hombro y exclamó:
--Bill... la marca de la puerta.
--¿Qué pasa con ella? -Jadeó Bill.
--Ha desaparecido.
5. Derry, 10.30.
El pasillo vidriado que conectaba la biblioteca para adultos con la biblioteca
infantil estalló súbitamente en un brillante fulgor. Los vidrios volaron en forma de
paraguas lloviendo entre los árboles que se agitaban en los jardines. Semejante
andanada mortífera habría podido herir y hasta matar a alguien, pero
afortunadamente no había nadie dentro ni fuera de la biblioteca. La institución no
había abierto. El túnel que tanto fascinó a Ben Hanscom de niño jamás sería
reemplazado. La destrucción sufrida por Derry había sido tan costosa que pareció
más sencillo dejar las dos bibliotecas como edificios independientes. Con el
tiempo, los concejales de Derry olvidaron por completo para qué había servido ese
cordón umbilical de vidrio. Tal vez sólo Ben habría podido decirles lo que se sentía
al detenerse en una fría noche invernal, con la nariz goteando y los dedos
entumecidos, para ver a la gente que pasaba de un lado a otro cruzando el
invierno sin abrigo y rodeada de luz cálida y acogedora. Él habría podido
explicarlo... pero tal vez no era la clase de cosas que uno puede declarar en una
reunión de concejales. Todo eso es pura especulación. Los hechos son sólo éstos:
el corredor de vidrio voló sin motivo aparente, sin que nadie saliera herido (un
verdadero milagro, pues la tormenta de esa mañana dejó, sólo en pérdidas
personales, 67 muertos y 325 heridos), y jamás fue reconstruido. A partir del 31 de
mayo de 1985, para pasar de la biblioteca infantil a la de adultos había que
caminar por fuera. Y si hacía frío, llovía o nevaba, había que ponerse el abrigo.
6. La salida: 31 de mayo de 1985, 10.54.
--Esperad -jadeó Bill-. Dejadme un momento... para descansar.