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"Creía saberlo", pensó Bill y dijo:
                   --¡No lo sé! ¡Vamos!
                   Hasta ese momento había pensado que se aproximaban a la parte del
                Kenduskeag que llamaban canal: la parte donde el río se sumergía bajo el centro
                de la ciudad para emerger en el parque Bassey. Pero allí abajo había luz, luz, y sin
                duda no podía haberla en el canal, bajo la ciudad. De cualquier modo, seguía
                brillando, inalterable.
                   Bill empezaba a tener dificultades con Audra, no por la corriente, que había
                perdido potencia, sino por la profundidad. "Muy pronto la tendré flotando", pensó.
                Veía a Ben a su izquierda y a beverly a su derecha; si giraba un poco la cabeza,
                también a Richie, que iba detrás de Ben. Cada paso se había vuelto
                decididamente peligroso. El fondo del túnel estaba lleno de escombros o algo
                parecido. Delante, algo sobresalía del agua como la proa de un navío a medio
                hundir.
                   Ben avanzó hacia allí, estremecido por el agua fría. Una cajetilla de cigarrillos,
                empapada, flotó delante de su cara. Él la apartó a un lado y tomó aquello que
                sobresalía del agua. Sus ojos se dilataron: parecía un cartel grande. Pudo leer las
                letras "al" y, debajo, "fut". De pronto comprendió.
                   --¡Bill! ¡Richie! ¡Bev! -Reía, atónito.
                   --¿Qué pasa, Ben? -gritó Beverly.
                   Ben tomó el objeto con ambas manos y lo volvió. Se oyó un rechinar producido
                por un lado del cartel al rozar contra la pared del túnel. Todos pudieron leer:
                "Aladdin". Y debajo: "Regreso al futuro".
                   --Es la marquesina del Aladdin -dedujo Richie-. ¿Cómo ha llegado aquí?
                   --La calle se hundió -susurró Bill.
                   Con ojos desorbitados, miró hacia arriba. La luz era más potente un poco más
                allá.
                   --¿Qué ocurrió, Bill?
                   --¿Qué demonios pasó?
                   --¿Bill? ¡Bill! ¿Qué?
                   --¡Estas cloacas! -exclamó Bill, fuera de sí-. ¡Tantas cloacas viejas! ¡Ha habido
                otra inundación!
                   Y creo que esta vez...
                   Volvió a avanzar impulsando a Audra hacia arriba. Ben, Bev y Richie le
                siguieron. Cinco minutos después, al mirar hacia arriba, Bill se encontró con un
                cielo azul que se veía a través de una grieta en el techo del túnel, una grieta que
                se ensanchaba hasta más de veinte metros. Delante, muchas islas y archipiélagos
                rompían el agua: montañas de ladrillos, la parte trasera de un sedán Plymouth,
                con el maletero abierto, un parquímetro apoyado contra la pared con inclinación de
                borracho.
                   Caminar se había vuelto casi imposible: diminutas montañas se elevaban por
                todas partes, amenazando con una fractura de tobillo. El agua corría mansamente
                a la altura del pecho.
                   "Ahora está serena -pensó Bill-. Pero si hubiéramos estado aquí dos horas
                antes, creo que nos habría dado la sacudida más grande de nuestra vida."
                   --¿Qué cuernos es esto, Gran Bill? -preguntó Richie, de pie junto a Bill mirando,
                maravillado, la desgarradura del túnel...
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