Page 36 - La sangre manda
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de que han difundido mi dirección de correo electrónico, de la misma manera
que las revistas venden las direcciones de sus suscriptores.
—Menos mal que no saben quién es usted —comenté. El alias del señor
Harrigan para su cuenta de correo electrónico (le encantaba tener un alias) era
reypirata1.
—Si hacen un seguimiento de mis búsquedas, no les hará falta.
Descubrirán mis intereses y adaptarán sus ofertas en consecuencia. Mi
nombre no les dice nada. Mis intereses, sí.
—Sí, el spam es una lata. —Entré en la cocina para vaciar la regadera, que
luego dejé en el vestíbulo.
Cuando regresé, el señor Harrigan tenía la boca y la nariz cubiertas con la
mascarilla de oxígeno y respiraba hondo.
—¿Eso se lo ha dado el médico? —pregunté—. ¿Se lo ha… o sea…
recetado?
Se la retiró para contestar.
—No tengo médico. Cuando rondas los ochenta y cinco años, puedes
comer todo el picadillo de carne en conserva que te apetezca y ya no necesitas
médico. A no ser que tengas cáncer. Entonces un médico viene bien para
recetar analgésicos. —El señor Harrigan tenía la cabeza en otra parte—. ¿Has
pensado en Amazon, Craig?
Mi padre compraba a veces en Amazon, pero no, yo en realidad no había
pensado en ello. Se lo dije al señor Harrigan y le pregunté a qué se refería.
Señaló el ejemplar de Avaricia publicado por Modern Library.
—Esto me ha llegado de Amazon. Lo pedí con mi teléfono y mi tarjeta de
crédito. Antes solo vendían libros. Era poco más que un negocio familiar, de
hecho, pero pronto será una de las empresas más grandes e importantes de
Estados Unidos. Su sonriente logo será tan omnipresente como el emblema de
Chevrolet en los coches o este de nuestros teléfonos. —Alzó el suyo,
mostrándome la manzana mordida—. ¿Es molesto el spam? Sí. ¿Se está
convirtiendo en la cucaracha del comercio norteamericano, que se reproduce
y corretea por todas partes? Sí. Porque el spam funciona, Craig. Tira del
carro. En un futuro no muy lejano, puede que el spam decida los resultados de
las elecciones. Si fuera más joven, cogería por los huevos esta nueva fuente
de ingresos… —Cerró una mano. Apenas pudo contraer el puño a causa de la
artritis, pero la idea me quedó clara—. Y apretaría. —Asomó a sus ojos
aquella mirada que le veía a veces, la que me llevaba a dar gracias por no
estar en su lista negra.
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