Page 122 - En nombre del amor
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NICHOLAS SPARKS En Nombre del Amor
Pero ¿viviría de un modo diferente, si pudiera? Lo dudaba. Sus experiencias la habían ido cincelando hasta constituir la mujer en que se había convertido, del mismo modo que Travis se había moldeado a partir de sus propias experiencias, y Gabby no se arrepentía de nada. Sin embargo, mientras giraba la llave y encendía el motor, sabía que ésa no era la cuestión importante. Mientras ponía el coche en marcha, cayó en la cuenta de que la decisión que tenía que afrontar era: ¿qué dirección iba a tomar, a partir de ese momento?
«Nunca es demasiado tarde para cambiar.»
El pensamiento la asustó y a la vez le provocó una extraña emoción. Unos minutos más tarde, conducía hacia Morehead City. Se sentía como si le estuvieran concediendo la oportunidad de empezar de nuevo.
El sol había recorrido prácticamente toda la bóveda celeste cuando Gabby llegó a casa y vio a Molly tumbada sobre la hierba del jardín, con las orejas tiesas y moviendo la cola animadamente. La perrita trotó hasta Gabby cuando ésta abrió la puerta trasera del coche, y la saludó lamiéndole las manos.
—Ya estás casi completamente recuperada —dijo Gabby, contenta—. ¿Cómo están tus cachorros?
Como si Molly la hubiera entendido, emprendió la marcha hacia el garaje.
Gabby agarró las bolsas y las llevó dentro, después colocó las verduras sobre la encimera. Había tardado más de lo previsto, pero todavía le quedaba tiempo para empezar a preparar la cena. Puso un cazo con agua en uno de los fogones para cocer la pasta. Mientras el agua se calentaba, troceó los tomates y los pepinos para la ensalada. Cortó la lechuga y mezcló todos los ingredientes con un poco de queso y la misma clase de aceitunas que Travis había usado en la comida campestre el día previo.
Agregó la pasta al agua con una pizca de sal, desenvolvió las pechugas de pollo y empezó a sazonarlas con aceite de oliva, al tiempo que se lamentaba por no haber preparado una cena más sugestiva. Añadió un poco de pimienta y otras especias, pero cuando hubo acabado, pensó que todo tenía el mismo aspecto insulso que antes de empezar. ¡Qué se le iba a hacer! Ya estaba preparado. Encendió el horno para que se calentara, añadió un poco de caldo a la bandeja donde había puesto las pechugas de pollo y la metió en el horno, con la esperanza de haber echado suficiente caldo como para evitar que las pechugas se resecaran. Escurrió la pasta y la guardó en un cuenco en la nevera, con la intención de añadir un poco de hierbas aromáticas antes de servirla.
Ya en la habitación, eligió la ropa que se iba a poner y se dirigió a la ducha. El agua cálida le sentó de maravilla. Se pasó la cuchilla por las piernas, procurando no ir demasiado deprisa para no cortarse, se lavó el pelo y se puso suavizante, y finalmente salió de la ducha y se secó.
Encima de la cama había unos pantalones vaqueros nuevos y una blusa de manga corta adornada con unas vistosas cuentas de colores. Había elegido el atuendo con un cuidado esmero; no quería parecer ni demasiado formal ni demasiado desenfadada, y esas prendas le parecían simplemente pertinentes. Se vistió, se calzó un nuevo par de sandalias y se puso unos pendientes largos. Se colocó delante del espejo, se giró primero hacia un lado y después hacia el otro, y quedó complacida con su aspecto.
Escaneado por PRETENDER – Corregido por Isabel Luna Página 122


































































































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