Page 97 - En nombre del amor
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NICHOLAS SPARKS En Nombre del Amor
—En las estrellas —contestó ella—. Hace poco me compré un libro de astronomía y estoy intentando ver si me acuerdo de algo.
—¿Y qué tal?
—Bueno, sólo recuerdo las constelaciones más grandes. Las más obvias. —Señaló hacia la casa—. Sigue en línea recta desde la chimenea unos dos palmos y verás el cinturón de Orión. Betelgeuse es la estrella en el hombro izquierdo de Orión y Rigel es el nombre de su pie. Orión tiene dos perros cazadores. Esa estrella brillante de ahí es Sirio y pertenece a la constelación del Can Mayor, y Proción forma parte del Can Menor.
Travis divisó el cinturón de Orion y, a pesar de que intentó seguir las instrucciones, no consiguió distinguir las otras.
—No veo las otras dos.
—Yo tampoco. Pero sé que están ahí.
Él señaló por encima del hombro de Gabby.
—Puedo ver el Carro Mayor. Justo allí. Es la única que siempre distingo.
—También se la conoce como la Hélice o la Osa Mayor. ¿Sabías que la figura del oso se ha asociado a esa constelación desde la Edad de Hielo?
—Mentiría si dijera que lo sabía.
—Me encantan los nombres que tienen, aunque todavía no me sepa todas las constelaciones. Canes Venatici, Coma Berenices, las Pléyades, Antinoo, Casiopea..., son unos nombres muy musicales.
—Me parece que has encontrado un nuevo pasatiempo.
—Más bien se trata de una de mis obsesiones de buenas intenciones para contrarrestar el aburrimiento de la vida cotidiana. Pero he de admitir que durante un par de días quedé enganchada con el tema.
Travis rió.
—Al menos eres sincera.
—Soy consciente de mis limitaciones. Sin embargo, me gustaría aprender más. En el colegio tuve un profesor a quien le encantaba la astronomía. Tenía esa forma tan especial de hablar sobre las estrellas que conseguía que lo recordaras para toda la vida.
—¿Qué decía?
—Que mirar las estrellas era como retroceder en el tiempo, ya que algunas de ellas están tan lejos que su luz necesita millones de años para llegar hasta nosotros. Que vemos las estrellas no con el aspecto que tienen ahora, sino con el que tenían cuando los dinosaurios poblaban la Tierra. El concepto me pareció tan..., tan..., increíble...
—Debía de ser un profesor muy especial.
—Lo era. Y aprendimos mucho, aunque lamentablemente he ido olvidando la mayoría de las cosas que nos enseñó, tal y como puedes ver. Pero el sentimiento de fascinación sigue vivo. Cuando contemplo el cielo, tengo la certeza de que alguien más estaba haciendo exactamente lo mismo hace miles de años.
Travis la observó, cautivado por el sonido de su voz en la oscuridad.
Escaneado por PRETENDER – Corregido por Isabel Luna Página 97