Page 325 - LIBRO LA NCHE TRAGICA SANTACRUZ
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La trágica noche de Santacruz 315
el motivo. Le concedió permiso para abandonar por este día sus la-
bores y marcharse a su domicilio. “Mañana llegue temprano” escu-
chó que le dijeron. La señorita abandonó su trabajo, vivía en Villa
La Esperanza, una zona alejada ubicada al sur de la ciudad que fue
fundada a orillas del río Piraí. Abordó un micro que lo trasladaría
hasta su domicilio. El viaje era largo, ella estaba meditando sobre lo
que escuchó, también recordó que en días pasados el jefe de la Policía
habló de un plan macabro y que existía un plan para matar a un di-
putado. ¿Qué hacer? ¿quedarse callada para no comprometerse?,
¿contarle a su madre? ¿contarle a su mejor amiga? ¿a su cuñado? ¿a
su vecino? ¿a su enamorado? ¿ir directamente a la Policía y denunciar
lo que había escuchado?, era lo que debió hacer, y no lo hizo.
La mencionada señorita, se llamaba en realidad Cayetana Verdugo,
al llegar a su domicilio de la avenida Santos Dumont y séptimo anillo
no pudo pasar inadvertida ante su madre, quien le preguntó el motivo
de su nerviosismo. Ella se lo contó todo en medio de llantos, de co-
mienzo a fin. Finalmente, su madre le aconsejó denunciar todo a las
autoridades, pues su conciencia no la dejaría tranquila por el resto de
sus días. “Tarde te arrepentirás, cuando no haya remedio, por otra
parte, te pueden denunciar por encubrimiento de un grave delito.
Hija, más tarde te acompaño, vamos a la Policía, a un canal de tele-
visión, donde sea, la cuestión es que te saques de tu conciencia lo
que en este momento te aflige”, le dijo su madre.
Esa misma tarde, alrededor de las 17 horas, llegó al domicilio de la
mencionada señorita un primo, quien saludó atentamente y le invitó
a tomar unas cervecitas para celebrar la adquisición de su último au-
tomóvil, pidió permiso a la tía y se marcharon hasta el local “Una y
me voy”, ubicado en la avenida Santos Dumont y tercer anillo ex-
terno, donde horas más tarde, después de la tragedia, Alain Centurión
y Pascual Pascutini confesarían lo que conocían de Euclides Santa-
cruz y Alejandra Centurión.