Page 40 - LIBRO SANTACRUZ
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28 La trágica noche de Santacruz
libre de todo pecado, se sintió un hombre puro. Se persignó y salió
del templo solitario, cruzó la calle España, se sintió efusivo a esa
hora del crepúsculo, a la hora que acaba el día y cae la noche. No sé,
pero se sintió aliviado otra vez a esa hora y vio en la lejanía la puesta
del Sol en una tarde tibia, romántica, fantástica. Se imaginó que ca-
minó por la calle Ayacucho y no sabía la sorpresa que le esperaba, al
cruzar la calle 21 de Mayo escuchó voces, gritos de victoria, había
algarabía en la plaza 24 de Septiembre, algo ocurría en el principal
paseo de la Ciudad de los Anillos. Cruzó por la vivienda de Gabriel
René Moreno, “tanta historia cruceña en pocas cuadras, se dijo para
sí mismo”. Caminó lentamente por debajo del corredor del Club So-
cial 24 de Septiembre.
Se imaginó ver un inmenso cartel que portaban un grupo de correli-
gionarios de Arenal que rezaba: “Euclides Santacruz Piérola, presi-
dente de Bolivia”. La algarabía era total, unos gritaban “un camba a
la presidencia”, otros decían a viva voz “Santacruz al poder” y
cuando advirtieron que el candidato estaba parado en la acerca oeste
del paseo público lo alzaron en hombros y dieron rienda suelta a su
euforia, a su optimismo y entusiasmo. Dieron una vuelta al paseo en
medio de aplausos de los ocasionales visitantes a la plaza en aquella
tarde serena. Finalmente, no le quedó más remedio que improvisar
un discurso desde el frontis de un edificio que fue construido en el
Siglo XIX, bajo la dirección del arquitecto italiano Simone Marchetti.
“Nos falta poco para llegar al poder, ya saben todos: gobernaremos
y el país progresará en todas sus latitudes. Les prometo esto: mano
dura contra los malos bolivianos, en un país que creo que son más
las cosas malas, hay mucho por hacer y recomponer un Estado ya en
escombros…”.
Luego llegó hasta su apartamento en El Rascacielo.