Page 10 - LIBRO BUENO
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Magali García Oliva


             nuestras vacaciones y sin levantar sospecha alguna. Perfecto no debía saber
             que lo buscábamos, ni a él ni a su obra. Las últimas que había colado en un
             museo parisino eran espectaculares; dos óleos de Monet que podía haberlos
             pintado  él  si  no  fuera  por  dos  letras  minúsculas  encontradas  con  una  lupa



               –Buenos días cariño, ¿has descansado? –pregunté a Mauricio.

               –Poco  amor,  demasiadas  emociones,  estaba  pensando  que  deberíamos
             volver a Siena y seguir la pista –contestó.

               –Estoy de acuerdo –repliqué– pero primero desayuno y baño en la piscina,
             luego volvemos a Siena hoy estará mas tranquilo todo después de la carrera.


               –Ja, ja, ja, totalmente de acuerdo el buffet del hotel es increíble.



             calles volvían al día a día y los turistas aunque eran muchos ya no abarrotaban
             la ciudad. La pista que queríamos investigar era el Palio pintado por Perfecto
             y  la  mejor  manera  de  conseguir  información  era  con  un  buen  vino  en  una
             taberna lejos de turistas, Mauricio la encontraría y enseguida se haría amigo
             de algún lugareño que nos ayudaría. Fue así como en La Vecchia taberna di
             Baco conocimos a Luisiano, era camarero allí desde hacía mas de treinta años,
             un personaje realmente peculiar, cualquier cosa que pasaba en Siena la sabía o
             creía saberla. Lo cierto era que poseía mucha información y también muchas
             ganas de hablar y hacerse escuchar; se sentía importante.

               Luisiano nos relató “el misterio del pintor del Palio” como todos en Siena
             lo llamaban, al hablar de esta historia, según él, el pintor envió por correo la
             obra y entró a concurso con el resto de pinturas, nadie sabía quién era porque

             entrega de premios aludiendo una enfermedad. Si bien mandó un mensajero,
             pariente suyo, el día anterior a la carrera cuando se expuso el “drapellone”.
             El mensajero resultó se una señora mayor que no comprendía bien el italiano
             y que se limitó a dar las gracias y a sonreír a todo el que preguntaba por el
             autor. Esa era una buena pista o una trampa que no llevaba a ningún sitio,

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