Page 119 - Libro Catecumeno
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•  Ese chico es atrevido, como queriendo apurar la muerte de su
                    padre.
                     Esto es lo más grave del pecado: no le faltamos a un extraño,
                      sino a nuestro Padre.
                •  “El padre les repartió los bienes”. Llama la atención que ese pa-
                    dre acepte el pedido del hijo.
                     Jesús enseña algo muy importante: Dios respeta nuestra liber-
                      tad. Desde Adán a cada uno de nosotros, no nos obliga.
                •  “Reunió todo y emigró a un país lejano, donde derrochó su for-
                    tuna en una vida desordenada”. Sólo le interesa divertirse, ‘lo
                    derrocha todo’.
                     Sabemos de gente que llega a lo más hondo: alcohólicos, dro-
                      gadictos, delincuentes, etc. Pero ‘derrochar la fortuna’ se refie-
                      re también a tantas cosas buenas que nos jugamos en
                      cada pecado: la dignidad, la salud, la
                      educación recibida,… etc.
                •  “Cuando gastó todo, empezó a pasar
                    necesidad. Se puso al servicio de un
                    hacendado del país, que lo envió a sus
                    campos a cuidar cerdos”.  Los judíos
                    consideran el cerdo ‘animal impuro’; de-
                    dicarse a cuidarlos era el colmo de la hu-   millación para el hijo
                    del hacendado.
                     Ese malestar, que proviene de nuestra consciencia, se llama ‘re-
                      mordimiento’. Estuvo callado durante la tentación; luego del pe-
                      cado salta y nos amordaza.
                •  “Recapacitando pensó: a los peones de mi padre les sobra el
                    pan, mientras yo aquí estoy muriendo de hambre. Volveré a mi
                    casa y le pediré a mi padre que me reciba como un peón”.       No
                    es el cariño por su padre, sino el hambre lo que hace recapacitar
                    a ese chico.
                     Aprendamos a escuchar la voz de la conciencia. Si no lo hici-
                      mos antes, por lo menos después del pecado. Hay que saber
                      reaccionar; es de inteligentes reconocer los errores.
                   Notemos el sentido cristiano de “pecado”. No es sólo un error,
                una equivocación. Lo más triste de ese chico y de nosotros es que
                “nos alejamos de la casa del Padre”. Preferimos las fiestas lejos de
                su casa… ¡aunque vayamos a parar con los chanchos!




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