Page 150 - Libro Catecumeno
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“Un hombre tenía dos hijos.  El menor dijo al padre: Padre, dame la parte
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                     de la fortuna que me corresponde.  Él les repartió los bienes.
                       13 A los pocos días, el hijo menor reunió todo y emigró a un país lejano,
                     donde derrochó su fortuna viviendo una vida desordenada.
                       14 Cuando gastó todo, sobrevino una carestía grave en aquel país, y empezó
                     a pasar necesidad.  Fue y se puso al servicio de un hacendado del país, el
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                     cual lo envió a sus campos a cuidar cerdos.
                       16 Deseaba llenarse el estómago con las algarrobas que comían los cerdos,
                     pero nadie se las daba.


                    Pero  hemos descubierto también  que  es posible levantarse  y
                  volver. Y quedarse boquiabiertos por el cariño con que nos esperaba
                  nuestro Padre:


                       16  … El hijo menor, estando con los cerdos, deseaba llenarse el estómago
                     de las bellotas que comían, y no podía. Entonces recapacitando pensó: A
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                     cuántos jornaleros de mi padre les sobra el pan mientras yo me muero de
                     hambre.  Me pondré en camino a casa de mi padre y le diré: ‘He pecado
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                     contra Dios y te he ofendido;  ya no merezco llamarme hijo tuyo. Trátame
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                     como a uno de tus jornaleros’.
                       20 Y se puso en camino a casa de su padre. Estaba aún distante cuando su
                     padre lo divisó y se enterneció. Corriendo, se le echó al cuello y lo besó.
                       21 El hijo le dijo: - Padre, he pecado contra Dios y te he ofendido, ya no
                     merezco llamarme hijo tuyo.
                       22 Pero el padre dijo a sus sirvientes:
                       -  Enseguida, traigan el mejor vestido y vístanlo; pónganle un anillo en el dedo
                     y sandalias en los pies.  Traigan el ternero engordado y mátenlo. Celebremos
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                     un banquete.  Porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido, se había
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                     perdido y ha sido encontrado. Y empezaron la fiesta.

                     •  Comentario. El presbítero hace una breve homilía.

                  c. Examen de conciencia

                     •  Posiblemente, disponer música instrumental suave.
                    Nos damos un tiempo de calma y silencio, para examinar nuestra
                  conciencia. Traigamos a la memoria los pecados  que hayamos
                  cometido desde la última confesión.
                     •  El catequista puede leer en voz alta el esquema de Examen de conciencia,
                        pero sería mejor que los chicos lo tengan a mano:



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