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La otra orilla
Níspola ardiente
El alce almizclero,
muy seguro de sí,
llama a su especie,
pero los hombres,
atávicos en su desprecio,
hacen de mí
un ángel,
refrigeran mi cuerpo
apenas enterados
que una níspola ardiente
me consume.
¿Acaso alguien puede desear
esa figura al sol?,
se preguntan.
No adoro mi rol
pero el sueño
de Priapo
cabalga desbocado
por mis muslos. 103