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segundo cerebro, pues está recubierto de una potente red neuronal que manda
señales al cerebro y vi ceversa a través del nervio vago y las citoquinas
liberando hormonas y neurotransmisores.
Es un tema apasionante. En terapia, en muchas ocasiones añado algún
probiótico que ayuda a mejorar los síntomas digestivos y psicológicos.
Una de las funciones más importantes del nervio vago es influir de forma
importante en los procesos de inflamación del cuerpo. Por otro lado, el
nervio vago activa el factor neurotrófico derivado del cerebro —por sus
siglas en inglés, BDNF— que tiene una función esencial en la conectividad
neuronal y en la consolidación de los recuerdos. Esto nos lleva a una
conclusión: si conseguimos cuidar la alimentación, si aprendemos a respirar
y a gestionar el ritmo cardiaco, seremos capaces de controlar mejor nuestras
emociones, pensamientos e intuiciones.
El efecto de la oxitocina se percibe en el cuerpo, pero sobre todo ejerce
un efecto muy importante cuando se une a los receptores del corazón y del
nervio vago. Cuando estimulamos este último, estamos segregando oxitocina,
así que la unión mente, cuerpo y comportamiento se va fortaleciendo. Pero
¿qué sucede cuando aparece el temido estrés o un estado de supervivencia
mantenido? Si mantenemos el cuerpo en estado de tensión de forma constante
corremos el riesgo de inflamarnos. Esa intoxicación de cortisol, tan dañina,
altera el sistema inmune y debilita nuestra salud física y psicológica.
El nervio vago también disminuye el grado de inflamación y mantiene el
cuerpo en equilibrio —la denominada homeostasis—. Estimula, además, la
liberación de otras sustancias como son la acetilcolina, el GABA y la
norepinefrina.
El neurotransmisor mediante el que se comunica este nervio es la
acetilcolina, que tiene una función antiinflamatoria muy importante. Es una
de las razones por las que el nervio vago dirige el sistema inflamatorio en el
organismo. Hoy en día su poder modular puede prevenir o aliviar muchos
trastornos frecuentes: cuadros inflamatorios, migrañas, alergias o
enfermedades cardiovasculares… Cuando este nervio no funciona
correctamente, aparecen problemas para recuperar la calma y uno tiene
mayor propensión a sufrir estrés y ansiedad, así como a desarrollar un
cuadro inflamatorio.