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N A R R A D O R E S E X T R A N J E R O S
Sobre la literatura eslovena
Es mucho más frecuente de lo que podríamos Claudio Magris, el multipremiado narrador italia-
suponer que en una conversación en la que alguien no nacido en 1939 en Trieste –ciudad estrechamente
menciona el nombre “Eslovenia” surja este enorme ligada al territorio esloveno, tanto desde lo geográfico
malentendido: el interlocutor piensa en las tierras bál- como desde lo cultural– ha definido ese particular y
ticas pegadas a Rusia (Estonia-Lituania) o confunde tan ambiguo sentimiento de ser y no ser, refiriéndo-
Eslovenia con Eslovaquia, ubicando su geografía junto se a su infancia, en su precioso libro Fra il Danubio
a alguna cortina política o geológica, los montes Cár- e il mare. “Trieste era un lugar olvidado, una especie
patos, Drácula y sus tinieblas. En caso de puntualizar de cul de sac sobre el Adriático, nos sentíamos en la
sobre autores eslovenos, mucha gente desliza un nom- periferia de la historia y la vida, pero al mismo tiem-
bre cotidiano en el ambiente psicoanalítico: el del filó- po, esa periferia era el centro del mundo, por ser la
sofo Slavoj Žižek. Ahí se acaban las coordenadas. línea de confrontación entre Oriente y Occidente.
(…) era un mundo en el que no se sabía bien cuál iba
Se asombra el interlocutor cuando se le comen-
ta que el porteño Abasto, o el estadio de Boca Juniors a ser el futuro, cuál iba a ser la pertenencia nacional
(lo que implicaba, en el momento de la Guerra Fría,
(a la que además le dio el nombre de La Bombonera)
han sido diseñados por un esloveno: Viktor Sulčič. Y la pertenencia a Occidente o al sistema comunista”.
se acentúa el asombro al escuchar que Eslovenia es Pedimos prestada la exquisita descripción con la que
un pequeño y bello país que linda con Italia y Aus- Magris nos acerca ese sentimiento sobre su ciudad y
la hacemos extensiva a la nación eslovena, viendo su
tria, una nación que alberga desde playas de aguas territorio como el extremo distante y muy lejano de la
transparentes hasta picos siempre nevados, que logró
su independencia de Yugoslavia en el año 1991 y que Europa Occidental, a la vez que el portal de la Europa
su preciosa capital –Ljubljana– es una de las ciudades del Este. Ser y no ser, melancolía que conocemos bien
que mejor ha resistido los bombardeos de las guerras y que puede palparse en los textos, increíblemente di-
versos y sin embargo homogéneos –en la potencia sin
que surgieron o rozaron esa zona de Europa durante amaneramientos de sus historias, en el dibujo de sus
todo el último siglo, y por eso puede ostentar en sus
calles (casi todas con nombres de poetas) construc- personajes, y en ese ligero pesimismo– de estos tres
ciones tanto del Imperio Austrohúngaro como de la narradores contemporáneos. Alojzija Sosič, Doctora
época romana. En los cafés a la orilla del río que la de la Universidad de Ljubljana, ha escrito en su pre-
sentación del año 2006 sobre la prosa contemporánea
serpentea, la gente se sienta como en los de la verná- eslovena y específicamente sobre los personajes de las
cula Corrientes, a hablar de cine, literatura, política, a
tomar cerveza en las noches de verano. novelas de los últimos quince años, algo que también
puede hacernos sentir identificados: “sus protagonis-
Los eslovenos leen a Borges, lo reverencian como tas ya no se esfuerzan por reconstruir una identidad
a uno de los grandes de la literatura, elogian a Cortázar nacional, más bien están interesados en la construc-
y a Sábato. Aleš Šteger, uno de sus formidables poetas ción de una identidad personal”.
contemporáneos, ha crecido leyendo a Olga Orozco y Aquí, entonces, tres autores destacados de la na-
Alejandra Pizarnik. El mismo Šteger está convencido rrativa actual eslovena, inscriptos dentro de un grupo
de que Buenos Aires y Ljubljana están conectadas por
un “meridiano invisible”. Quizás esa sea la razón por la de talentosos que han sido ya traducidos al mundo:
que frente a los textos eslovenos se percibe esa sintonía el estupendo Jani Virk, Drago Jančar, Aleš Čar, Alo-
jz Ihan, Andrej Morovič, Maja Novak, Miha Mazzini,
inexplicable, una similitud asombrosa entre su mirada Andrej Skubic, Suzana Tratnik, Mojca Kumerdej, Eva
sobre el mundo y la nuestra. Quizá sea la melancolía Petric –que acaba de presentar su novela Una caja sin
que se percibe en ellos, esa mirada de quien ha sido y
ya no es, como dice el tango: el dolor de ya no ser. O, piel, flotando– y tantísimos otros que, con el ya admi-
para ponerlo en términos positivos, de haber sido algo rado Boris Pahor (autor de Necrópolis, recientemen-
te editada por Anagrama en español), sus ochenta y
indefinido durante mucho tiempo, tal como nos viene nueve años y su eterna recomendación al Nobel dan
sucediendo a los argentinos, que seguimos tironeados cuenta de una nación vigorosa desde el punto de vis-
entre esa sensación de pertenencia absoluta a América
Latina, pero con nuestros barcos enraizándonos en el ta de la narrativa actual. Ojalá que pronto alguno de
viejo mundo europeo. estos excelentes narradores esté a nuestro alcance en
las librerías.