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N A R R A D O R E S E X T R A N J E R O S
MARUŠA KRESE
Viaje de Nochebuena
Traducción de Santiago Martín
Escucho la radio. En los túneles de los Altos Alpes. Los últimos años, para Noche-
buena, tenemos la costumbre de viajar de Berlín a Ljubljana. Cambio de emisora de
radio, escuchamos la Nochebuena en todas las formas e idiomas posibles. La ruta está
vacía y en las estaciones de servicio la gente nos mira con pena. En una de ellas, creo
que cerca de Leipzig, la empleada nos desea feliz Navidad y nos regala un pequeño
árbol navideño. A lo mejor le dan pena los niños que tienen una madre tan irrespon-
sable. Pero nosotros pensamos que somos excepcionalmente inteligentes. Somos inte-
ligentes porque así evitamos lágrimas innecesarias, los reproches de siempre, regalos
de Navidad comprados con apuro, sobre todo por el papel de envolver y el deseo de
poner muchos más bajo el árbol para no tener mala consciencia. Con el viaje de No-
chevieja evitamos besos y abrazos y búsqueda de mentiras sin sentido.
De todas formas, últimamente me duele el corazón demasiadas veces, sobre todo
al conducir o cuando estoy en la cama. Quizá pienso mucho en la muerte. Conduzco
y pienso si los niños tendrían suficientes reflejos si de repente soltara el volante. Mien-
tras conduzco, muchas veces pienso en todo lo que no he hecho en la vida. Nunca
jamás me viene a la mente lo que sí he hecho. Repasando mi vida, es difícil creérmela.
Pero es verdad, ya que además tengo testigos. Siempre logro hacer borrón y cuenta
nueva. Ya tengo mis años y es tiempo de aceptarlo. Me desplazo de país a país, de
ciudad a ciudad, y, ¡por si fuera poco!, de casa a casa. Por todos lados dejo cajas de
mudanza que algún día iré a recoger. Algún día... Eso debe dolerle a los niños.