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horas aquello hervía de niños de todas las edades.
Salimos, nos sacudimos como perritos y fuimos por la
ropa. ¡OH sorpresa! ¡Y mi ropa! Ya me robaron, en
efecto, mi ropa y mis botas “Tempac” casi nuevas
habían desaparecido, empezamos a echar madres.
Mi primo el gringo me dio unas palmaditas, No te
preocupes, vamos por lo necesario y ahorita
regresamos. El tiempo se me hizo eterno, pero por fin
aparecieron, venían en los caballos de Juan Luís.
Cuando desmontaron vi a mi primo el gringo que había
llorado. ¿Qué te pasó? Me surtió mi papá. ¿Por qué?
Por qué te iba a traer la ropa, me dijo: ¡Que pague las
consecuencias el arrastrado y mendigo de Guillermo,
ya que tiene tantos huevos para hacer tantas
tarugadas, ahora que responda! Y luego me dio tres
cuerazos.
El gringo y Juan Luís se montaron en “El Quijote” y
yo en “Bucéfalo” empapado, en calzones, desgreñado,
chorreando agua y montado al pelo, agarrado de las
crines, porqué lo único que faltaba era una caída.
Con garbo, bien montado y a paso lento, recorrí
algunas calles de Mixcoac.
Cuando llegué a mi casa, entregué el caballo, dí las
gracias y me encomendé a mi “Querido Dios”.
¡Válgame Dios Guiller, y ahora que hiciste! Nada
mamá, relate detalladamente lo sucedido. Tu papá
tiene problemas, no le diremos nada, y tu mí querido
hijo tendrás que resolver tu problema.