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Cambió totalmente mi vida, mi mamá decía: ¡Que
bueno que ya estas madurando! Pero la verdad me
estaba muriendo poco a poco.
Mi diez en aritmética y dibujo nunca falló, en conducta
sacaba ocho, lo qué indicaba el pésimo estado de ánimo
en que me encontraba, la maestra de música me
regalaba un siete por tener siempre el piano como
espejo.
Era una de las pocas cosas que me entretenía, pasaba
horas puliéndolo.
En Ciencias Naturales, Historia, Geografía y Lengua
Nacional, un seis y cuando mucho un siete.
De un año a otro, todo cambió, de ser el numero uno,
me convertí en el niño invisible, nadie me veía, todo
mundo me ignoraba.
Pero un día recobre el ánimo, el maestro Braulio nos
comunicó que el día de las madres se acercaba.
Este año haremos un gran frutero, un carpintero
maquilará lo necesario y ustedes lijarán, armarán y al
final barnizarán el frutero.
El costo total será de quince pesos, mas la fruta que
tendrán que traer el mero día. Avisen a sus papás y
traigan el dinero la próxima semana.
Cubrimos el importe casi todos, solo dos niños,
Pancho hijo del zapatero, y Luís hijo de la señora de
las tortillas, nunca supe como se llamaba.
Pasaba casa por casa ofreciendo tortillas pequeñitas,
chalupas y peneques, todo de muy buena calidad.
