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Durante buen rato, la señora escuchaba y al mismo
tiempo no me quitaba la vista de encima.
El piano calló.
Mamá, mamá gritó Renata, corrió, la abrazó y la besó
muchas veces.
Hija, que gusto me da verte tan feliz, nunca te había
escuchado tocar así, ni siquiera en el conservatorio.
Yo parado atento escuchaba. La señora me llamo: ¿Tú
eres Guillermo? A sus órdenes.
Muy bien, en lo que Renata toca quiero platicar
contigo.
Me condujo a un lugar apartado.
Guillermo, la batalla entre tú y yo va a ser muy dura,
pero me bastó un minuto para conocerte y darme
cuente del cambio tan significativo de mi hija en tan
poco tiempo, necesitaba estar ciega para no darme
cuenta de tu aportación, pero lo único que debemos
pensar es en mi hija.
Estoy totalmente de acuerdo, no habrá batalla, al
principio el romance fue hermoso y feliz, pero
conforme transcurrió el tiempo me fui ubicando, y al
escuchar por horas y horas tocar a Renata me dí cuenta
que un día sería famosa, y que muchas personas
podrían disfrutar igual que yo lo hacía.
Por lo tanto no debería ser egoísta, otras veces decía
debes luchar por lo que amas, no seas cobarde.
Pero recordé las palabras de mi mamá, que una vez me
dijo: ¡El amor es sacrificio!