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poco la belleza y paz que da el mar las invadió, y el
temor se cambió por emoción y suspiros.
Rina y Renata se colocaron los salvavidas, se sentaron
en la orilla y empezaron a patalear, pasaron como dos
horas, el sol un poco fuerte invitaba a dar un buen
chapuzón.
¿Quién quiere ser el primero en lanzarse al mar?
El gringo con elegante clavado entró y salió
rapidamente, sacudió su cabeza y dijo: ¡El agua esta
rica! ¿Quién sigue? Ayude a Rina y le pedí que por
favor ya no llorara porque iba a derramar el mar.
Le dio mucha risa y empezó a flotar alegremente.
Renata pidió entrar al mar, ayude a Rina a subir, subió
tambien mi primo, entonces salté como rana y esperé a
que Renata bajara, así alternando las parejas para
mayor seguridad, decidimos regresar, no pescamos
nada, mi primo nuevamente te tiró al agua, me pidió su
arpón, le dí a Rina y Renata una vara con un pequeño
anzuelo, les recomendé que si sentían un jalón muy
fuerte lo soltaran.
Después de un largo rato oíamos los gritos del gringo
que nos mostraba un gran pescado.
La playa se fue acercando, ya Ismael y Paulita nos
esperaban, acomodamos a las damas en las hamacas,
les dimos agua y comida, mientras los tres desarmamos
la balsa. Con un cable y el camión jalando, y con la
ayuda de unos rodillos pusimos a la caguama en un
lugar seguro. Nos recostamos a la sombra de las