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Cerca de mi estaba el tablero dispuesto con todo y

               piezas. Tomé el Rey y lo acosté sobre el tablero.

               ¿Usted juega ajedrez? No, pero se lo que eso significa.
               Entonces no se preocupe. Puso su mano sobre la mía y

               apenas alcancé a oír:  ¡Muchas gracias!  Sin soltarme

               de la mano buen rato escuchamos música inolvidable.

               Platiqué con Renata y la invité a que me acompañara

               al río. Vamos a pedirle permiso a tu mamá, accedió de

               buena gana y nos hizo mil recomendaciones.

               Quedamos de vernos a las diez de la mañana después
               del desayuno.

               Conseguí un jeep, ya que el  “Confucio”  estaba

               trabajando, puntual pasé por mi amada, que sentadita y

               ansiosa esperaba.

               Nos despedimos, subimos al jeep, y veinte minutos

               después llegábamos al hermoso río.  A lo lejos  don

               Tomás en el lugar de costumbre trabajaba junto a su
               criba.  Su perchero, una vara gruesa clavada en la

               arena, se veían unos pantalones y un pocillo que

               colgaba de una ramita, a un lado un pocito donde se

               filtraba el agua para beber.

               Me acerqué, saludé a don Tomás, aquí le traigo a que

               conozca  a la joven mas hermosa y talentosa del

               mundo.

               Con lo que me has contado ya me la imaginaba.

               Lleve a Renata a sentarse en una gran piedra.
               ¡Me voy a mojar los pies!

               Si de eso se trata, quítate los zapatos, obediente se los
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