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Como siempre,  el metiche se involucró, cuando

               necesitaba dinero, sacrificaba mi hermoso domingo por

               una moneda de cinco pesos.
               Llegaba de sorpresa a la casa de mi padrino, lo

               acompañaba al mercado, luego lo veía guisar.

               Al medio día llegaba una señora muy guapa, que me

               presento como su novia, pero por lo que pude ver era

               algo más. Después de comer y ya habiendo ingerido

               varios  “Don Pepes”  jerez español, se ponía a cantar

               “Cante Hondo”  parecía como si le apretarán el
               pescuezo.

               Después de comer me daba mi domingo, cinco pesotes,

               y si lo soportaba más y además gritaba en el momento

               oportuno:  ¡Arriba el  Asturiano Lángara!  Me soltaba

               cinco duros más, como el decía.

               En la nochecita, aburrido, muy bien comido y con diez

               duros en la bolsa llegué feliz a la casa.
               El lunes le dije a Poncho y a Luís que trajeran lo más

               posible y que de alguna forma saldaríamos la deuda.

               El martes Poncho trajo siete pesos y Luís cinco, ya el

               pleito era por menos, mi primo  Juan Luís  aportó el

               resto. Poco a poco los fruteros iban tomando forma,

               salieron grandecitos.  Ya terminados se veían

               fantásticos, como siempre Fabián llegó en su elegante

               coche y el chofer sacó de la cajuela un hermoso frutero

               verde oscuro retacado de fina fruta. Uno a uno los
               alumnos del sexto año fuimos llegando con una bolsa

               de fruta, según el sapo así era la bolsa. Al final llegó
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