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Eliminación de la vida
Los principales problemas son: el homicidio, el aborto, la euta-
nasia, la pena de muerte y el suicidio.
• El homicidio. Es la muerte de una persona causada por otra.
Se ha de distinguir entre:
— Homicidio voluntario, cuando la acción de matar se lleva
a cabo de manera consciente e intencionada.
— Homicidio involuntario, cuando la muerte sucede de forma
casual o accidental, sin la intención de matar.
La Iglesia nos dice que la vida de todo ser humano ha de ser
respetada siempre. Por eso, condena el homicidio voluntario.
No obstante, considera que es lícito actuar en defensa propia
cuando una persona no tiene otro remedio para salvar su vida
o la de otras personas, solo si se dan determinadas condicio-
nes.
• El aborto. Es la interrupción del embarazo en el período de
tiempo que va desde el momento de la fecundación hasta el
momento del nacimiento. Se denomina:
— Aborto espontáneo si se produce por causas naturales,
sin la intervención humana. Por tanto no plantea ningún
problema moral.
— Aborto provocado si la interrupción del embarazo se debe a la intervención libre del ser humano. La Iglesia, que defiende la vida,
siempre lo ha condenado incluso el aborto llamado terapéutico.
Los defensores del aborto provocado afirman que el feto no puede ser considerado una persona. Pero la mayoría de los científicos y
moralistas, creyentes y no creyentes, dicen que la fecundación es precisamente el momento de la aparición de una nueva persona
humana. Por lo tanto, el aborto provocado es moralmente inadmisible porque elimina una vida humana y la ciencia médica dispone
de recursos que salvan la vida de madre e hijo.
• La eutanasia. Es el llamado homicidio por compasión, es decir causar la muerte de otro por piedad ante su sufrimiento o atendiendo
a su deseo de morir por las razones que fuere.
La eutanasia, entendida así, es siempre una forma de homicidio, pues implica que un ser humano da muerte a otro, ya mediante un
acto positivo, ya mediante la omisión de la atención y los cuidados debidos.
La Iglesia no puede aceptar la eutanasia porque es un homicidio.
El hecho de abstenerse de prolongar la vida con recursos desproporcionados, difíciles, costosos y molestos, que no mejoran la situación
del enfermo sino que simplemente retrasan su muerte no es propiamente eutanasia, ya que se trata de una muerte cercana y sólo se
renuncia a prolongar la vida del enfermo innecesariamente.
• La pena de muerte. Consiste en privar de la vida a una persona por un delito considerado muy grave por la ley de un país. En la
actualidad la mayoría de los Estados la ha abolido.
Sus defensores argumentan que el miedo a la pena de muerte reprimirá a los posibles culpables. Pero las estadísticas nos dicen que
en los Estados en los que se practica no han disminuido los delitos ni ha servido de castigo ejemplar a otros delincuentes.
La Iglesia recuerda que los Estados ya disponen de medios suficientes para reprimir el crimen y castigar el reo y afirma que, en la
actualidad, no se daría ningún caso que hiciera necesaria la pena de muerte.
• El suicidio. Es todo aquello que se hace o se deja de hacer, de forma voluntaria, con la finalidad de poner fin a la propia vida. En la
mayoría de los casos, el suicidio es fruto de un desequilibrio psicológico de carácter depresivo, más fuerte que el mismo instinto de
conservar la vida.
La doctrina católica recuerda que el suicidio es contrario al amor que nos debemos a nosotros mismos; es contrario al deber humano
de conservar y perpetuar la vida; ofende al amor al prójimo, ya que rompe los vínculos de solidaridad con amigos y familiares.
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