Page 40 - Manolito Gafotas
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Y yo le contesté:
        —Joé, que no, abuelo, mi señorita es esa vieja y despiadada de la falda negra
      y larga.
        —Pues qué mala suerte, Manolito, te acompaño en el sentimiento.
        Hasta ahí todo era normal, porque mi abuelo nunca pierde la esperanza de
      que  mi  señorita  sea  esa  chiquita  joven  con  minifalda  por  la  que  siempre
      pregunta.  Le  gustaría  acercarse  y  con  la  excusa  de  qué  tal  va  mi  nieto  en
      matemáticas  invitarla  a  un  café  con  unos  boquerones,  que  es  lo  que  le  gusta
      tomarse  a  mi  abuelo  cuando  cobra  su  pensión.  Mi  abuelo  nunca  pierde  la
      esperanza con las chicas. Siempre me dice que yo he salido a él. Es verdad, mira
      que la Susana me ha dado cortes mortales, pues nada, yo vuelvo a ella como las
      moscas vuelven a la caca. Y con esto no quiero decir que yo sea una mosca.
        Hasta  aquí  todo  era  normal.  Casi  todas  las  tardes  decimos  lo  mismo,  nos
      reímos de lo mismo y merendamos lo mismo: ¿Y quién tiene la culpa? Nosotros
      mismos, porque nos gusta escuchar siempre lo mismo, y a quien no le guste, que
      se vaya a Noruega, como se fue mi tío Nicolás.
        Bueno, pues en este momento bastante poco crucial de nuestras vidas viene
      un  tío  de  tantos  que  se  ven  por  mi  barrio  y  le  dice  a  mi  abuelo  que  le  dé
      doscientas pesetas. Y mi abuelo le suelta:
        —Por las narices te voy a dar yo doscientas pesetas.
        Y  va  el  tío  y  saca  una  navaja  de  grandes  dimensiones  y  nos  amenaza  sin
      contemplaciones:
        —Pues por el morro me vas a dar lo que lleves.
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