Page 83 - Manolito Gafotas
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a todas partes.
Por la calle una señora le dijo a otra:
—Mira que pingüinos tan ricos, mujer.
Pero ya no quise volver a casa porque mi madre en ciertos momentos de su
vida se puede llegar a poner violenta y, al fin y al cabo, nosotros estábamos
representando a la paz mundial.
Cuando llegamos al colegio nos quedamos alucinados: en la puerta estaba Yihad
vestido con unas plumas que parecía una gallina, estaba el Orejones que parecía
un pavo, la Susana parecía un avestruz, Paquito Medina un pelícano, y así hasta
treinta y tres. No había dos pájaros iguales. Bueno, sí, el Imbécil y yo: Esos
pingüinos tan ricos.
Mi abuelo, que acababa de llegar, dijo:
—Esto lo tenía que haber visto Alfred Hitchkock para hacer Los Pájaros.
Segunda parte.
Todos nos quedamos mirando los unos a los otros, y muy mosqueados nos
fuimos escoltados por la sita Asunción hasta la discoteca Silicona, donde se
celebraba el Festival.
La sita Asunción no se quedaba atrás; también se había vestido y parecía una
pata o una gansa. Moviendo las alas nos dijo que iban a retransmitir el Festival
por Radio Carabanchel, que es una radio que se hace en mi barrio y que, como
no tienen dinero para micrófonos, mi abuelo dice que hacen los programas por el
viejo sistema indio de abrir la ventana y hablar a gritos.
La sita Asunción estaba tan contenta que no parecía la sita Asunción. Si no
hubiera sido porque nosotros también íbamos de pajarracos nos habríamos
partido de risa viéndola por mitad de Carabanchel vestida de paz mundial. La sita
nos dijo que cuando saliéramos al escenario, ella diría:
—¡Una, dos y tres!
Y nosotros teníamos que responder moviendo las alas y gritando todos a una,
hasta rompernos la garganta: