Page 84 - Manolito Gafotas
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—¡Viva la paz mundial!
La sita quería que ensayáramos, así que en plena calle chilló como una loca:
—¡Una, dos y tres!
Nosotros íbamos a gritar ¡Viva la paz mundial! pero, al ir a mover las alas,
nos empezamos a enredar unos con otros, y si la sita no llega a poner orden
habríamos llegado a la discoteca completamente desplumados. La sita nos dijo
que nos olvidáramos de mover las alas, que ya las moveríamos después de ganar
el premio.
Ya estábamos en la discoteca. Nos sentamos los treinta y el Imbécil en un
rincón. El presentador era el director de la Guardería El Pimpollo, que está al
lado de mi casa. Iba vestido el tío de Supermán; a Yihad le rechinaban los dientes
de la envidia cochina que tenía. Yo aproveché la ocasión para hacerle un poco la
pelota a mi amigo el chulito Yihad. Le dije:
—Ese tío no puede ser Supermán con la barriga que tiene. Un tío con una
barriga como ésa no puede sobrevolar las cataratas del Niágara, porque la fuerza
de gravedad de nuestro planeta atrae a los cuerpos gordos como ése.
—Y entonces, ¿qué ocurriría? —dijo Yihad, que estaba interesadísimo en mis
teorías.
—Que se espanzurraría contra el suelo.
Yihad no solamente se había quedado muy impresionado con mis altos
conocimientos científicos, sino además muy contento. Lo de que « se
espanzurraría contra el suelo» le había devuelto su optimismo de siempre; ya no
sentía envidia, ahora miraba al presentador-Supermán por encima de las plumas,
como mira un superhéroe profesional a un superhéroe de pacotilla.
Superbarriga iba anunciando a los grupos de los colegios, que iban saliendo al
escenario entre los abucheos de los que estábamos sentados. Como
comprenderás no íbamos a aplaudir a nuestros enemigos. Acuérdate de que
nuestro lema era: ¡Los vamos a machacar!
Salieron unos disfrazados de árboles. El grupo se llamaba « El Otoño» .
Llevaban una cadena que colgaba de una rama, tiraban de la cadena y
automáticamente caían las hojas. El público se quedó alucinado por la tontería
que acababa de ver. Los padres de este grupo se habían llevado una pancarta
para animar a sus hijos; fueron los únicos que les aplaudieron, claro. Los demás
miramos en silencio cómo se pasaron diez minutos en el escenario recogiendo las
hojas que habían tirado. Luego, salieron los clásicos superhéroes, unos niños que
iban disfrazados de reality-chows con cuchillos clavados en la espalda, otros que
iban de bollicaos…
Nosotros salimos los quintos, estábamos amaestrados para gritar detrás del
« Un, dos, tres» de la sita Asunción eso de « ¡Viva la paz mundial!» , pero no nos
dio tiempo a hacer nuestro número porque cuando la sita dijo « Un, dos y tres» ,
se oyó la voz de un chaval que va a un colegio de Formación Profesional de mi