Page 86 - Manolito Gafotas
P. 86

mismo,  porque  cuando  el  tío  más  chulo  de  tu  colegio  es  tu  amigo,  eso  quiere
      decir que tienes las espaldas cubiertas; es como si tuvieras al genio de la lámpara
      a tu disposición, siempre dispuesto a defenderte ante cualquier enemigo.
        —Y  el  primer  premio…  —Superpatoso  hizo  una  pausa  para  crear  más
      expectación.  Te  aseguro  que  se  podía  oír  el  rechinar  de  dientes  de  los
      espectadores  ansiosos—.  El  primer  premio  se  lo  hemos  concedido  por
      unanimidad  al  grupo  « Los  pájaros» ,  por  su  defensa  de  especies  en  vías  de
      extinción.
        Como nadie salía, el presentador lo tuvo que repetir. Nos miramos los unos a
      los otros: ¿Pero nosotros no habíamos venido por la paz mundial?
        Se ve que de lo de la paz mundial no se había enterado nadie, así que tuvimos
      que admitir que éramos un grupo de pájaros en vías de extinción. No siempre
      uno es lo que quiere ser en esta vida.








        Nos hicieron salir otra vez al escenario para recoger el premio. El premio
      estaba  en  una  caja  grande.  Nos  tiramos  todos  a  por  la  caja  para  abrirla.  El
      Imbécil intentaba abrirla a mordiscos. Con el follón nos estábamos quedando sin
      alas,  pero  eso  ya  no  nos  importaba;  al  fin  y  al  cabo  ya  no  teníamos  la
      responsabilidad de representar a la paz mundial: éramos pájaros en peligro de
      extinción. Mi sita se abrió paso dando unos cuantos pellizcos a traición y consiguió
      abrir la caja con sus manos poderosas. Superbarriga pidió un gran aplauso para el
      premio. Era material escolar: libros, cuadernos y cosas así. ¡Todo el rollo repollo
      de la paz mundial para ganar libros para estudiar! El único que aplaudió fue el
      Imbécil; como todavía no ha estudiado en lo que lleva en este planeta, no sabe lo
      que es eso, hay que perdonarle por su ignorancia.
        Abandonamos el escenario. Ya no teníamos nada que hacer allí. El regalo se
      lo podía quedar la sita Asunción y comérselo con patatas. Ella estaba encantada
      mirando todos los libros y seguramente planeando nuevos deberes con los que
      destrozarnos el cerebro. Nuestros padres estaban orgullosos de aquellos hijos en
      peligro de extinción.
        Por  la  tarde  me  dejaron  bajar  al  parque  del  Ahorcado.  Me  vestí  con  mi
      supertraje de Hombre Araña. Mi madre le dijo a la Luisa:
   81   82   83   84   85   86   87   88   89   90   91