Page 364 - Frankenstein
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Mi padre sin embargo rebosaba de felicidad y,
   con el ajetreo de los últimos momentos, atribu-
   yó la melancolía de su sobrina al pudor com-
   prensible de una novia.
     Después de la ceremonia, los numerosos invi-
   tados se reunieron en casa de mi padre. Se
   había decidido que Elizabeth y yo pasaríamos
   la tarde y la noche en Evian, y que a la mañana
   siguiente  nos  iríamos  a  Cologny.  Hacía  un  día
   hermoso y, ya que el viento era favorable, deci-
   dimos ir en barco.
     Fueron esos los últimos momentos de mi vida
   durante los cuales me sentí feliz. Navegábamos
   deprisa; el sol calentaba con fuerza, pero nos
   protegía un pequeño toldo. Admiramos la be-
   lleza del paisaje, costeando las orillas del lago;
   un lado nos ofrecía el monte Saléve, las orillas
   de Montalégre, el maravilloso Mont Blanc, do-
   minando a distancia el conjunto y las montañas
   coronadas de nieve, que en vano intentaba
   competir con él. Al otro lado quedaba el majes-
   tuoso jura, con su sombría ladera, que parecía
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