Page 365 - Frankenstein
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interponerse a la inquietud del que quisiera
   abandonar el país y a la intrepidez del invasor
   que pretendiera esclavizarlo.
     ––Estás triste, mi amor. ¡Ay!, si supieras lo
   que he sufrido y cuánto me queda aún por pa-
   sar, harías que disfrutara de la paz y el sosiego
   que este día, al menos, me depara.
     Alégrate, mi querido Víctor ––respondió ella–
   –; confío en que no tengas motivos para entris-
   tecerte; y te aseguro que, aunque mi rostro no
   exprese mi dicha, mi corazón rebosa de felici-
   dad. Hay algo que me previene en contra de
   poner demasiadas esperanzas en el futuro que
   hoy se abre ante nosotros; pero no escucharé
   tan lóbrega voz. Mira la rapidez con que nos
   movemos   y  cómo  las  nubes,  que  bien  nos  en-
   sombrecen, bien rebasan la cima del Mont
   Blanc, hacen aún más interesantes este hermo-
   sísimo paisaje. Observa también los numerosos
   peces que nadan en este agua, tan clara, que nos
   permite ver cada guijarro del fondo. ¡Qué día
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