Page 371 - Frankenstein
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aferra a quienes más la desprecian! En un ins-
   tante perdí el conocimiento, y caí al suelo.
     Cuando volví en mí, me encontré rodeado de
   la gente de la posada; sus rostros demostraban
   un terror inenarrable; pero su espanto no era
   más que una parodia, una sombra de los senti-
   mientos que me oprimían a mí. Escapé hacia la
   habitación donde yacía el cuerpo de Elizabeth,
   mi amor, mi esposa tan querida y venerada,
   viva aún pocos momentos antes. No estaba ya
   en la posición en la que la había encontrado;
   tenía ahora la cabeza recostada en un brazo, y el
   rostro  y  cuello  ocultos  por  un  pañuelo,  y  se  la
   podía creer dormida. Corrí hacia ella y la abracé
   con ardor, pero la mortal quietud y la frialdad
   de sus miembros delataban que lo que estre-
   chaba entre mis brazos ya no era la Elizabeth a
   quien tanto había adorado. En su garganta se
   veían las horrendas señales del diabólico ser, y
   ni el menor aliento salía de sus labios.
     Mientras con agonizante desesperación me
   inclinaba sobre ella, levanté la vista. Me invadió
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