Page 397 - Frankenstein
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aquella infame criatura; pero las ardientes gotas
seguían nublándome la visión y, finalmente,
bajo la emoción que me embargaba, prorrumpí
en llanto.
No era éste momento para entretenerme; des-
até los arneses del perro muerto, di de comer a
los restantes en abundancia y, tras descansar
una hora, lo cual era imprescindible, aunque
estaba inquieto por continuar, proseguí mi ca-
mino. Aún veía el trineo en la lejanía; no volví a
perderlo de vista, excepto cuando algún salien-
te de las rocas de hielo lo ocultaba. Iba ganán-
dole terreno; y cuando, al cabo de dos días, me
encontré a menos de una milla de mi enemigo,
temí que el corazón me estallara de alegría.
Pero, justo entonces, cuando estaba a punto
de darle alcance, mis esperanzas se vieron de
pronto truncadas, y perdí todo rastro de él.
Empecé a oír el bramido del mar; las olas se
abatían furiosamente bajo la capa de hielo, y
notaba cómo se henchían y se hacían más ame-
nazadoras y terribles. En vano intenté prose-