Page 422 - Frankenstein
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cha  encendida  en  medio  de  los  edificios  y,  cuando
   han ardido, te sientas a llorar entre las ruinas. ¡En-
   gendro hipócrita!, si aún viviera éste a quien lloras,
   volvería a ser el objeto de tu maldita venganza. ¡No
   es pena lo que sientes!; sólo gimes porque la víctima
   de tu maldad escapó ya a tu poder.
     ––No; no es así    ––me interrumpió el en-
   gendro—. Aunque esa debe ser la impresión que le
   causan mis actos. No intento despertar su simpatía;
   jamás encontraré comprensión. Cuando primero
   traté de hallarla, quise compartir el amor por la vir-
   tud, el sentimiento de felicidad y ternura que me
   llenaba el corazón. Pero ahora que esa virtud es tan
   sólo un recuerdo, y la felicidad y ternura se han con-
   vertido en amarga y odiosa desesperación, ¿dónde
   debo buscar comprensión? Me avengo a sufrir en
   soledad, mientras duren mis desgracias; y acepto
   que, cuando muera, el odio y el oprobio acompañen
   mi recuerdo. Tiempo atrás mi imaginación se colma-
   ba de sueños de virtud, fama y placer. Antaño esperé
   ingenuamente encontrarme con seres que, obviando
   mi aspecto externo, me quisieran por las excelentes
   cualidades que llevaba dentro de mí. Me nutría de
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