Page 419 - Frankenstein
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vidar mi presencia; sus facciones y sus gestos parecí-
   an animados por la furia de una pasión incontrola-
   ble. ––Esa es también mi víctima ––exclamó––; con
   su muerte consumo mis crímenes. El horrible drama
   de mi existencia llega a su fin. ¡Frankenstein!, ¡hom-
   bre generoso y abnegado!, ¿de qué sirve que ahora
   implore tu perdón? A ti, a quien destruí despiada-
   damente, arrebatándote todo lo que amabas. ¡Está
   frío!; no puede contestarme.
     Su  voz  se  ahogaba;  y  mis  primeros  impulsos,  que
   me inducían a la obligación de cumplir el último
   deseo de mi amigo, y destrozar a aquel ser, se vieron
   frenados por una mezcla de curiosidad y compasión.
   Me acerqué a esta extraña criatura; no me atrevía a
   mirarlo, pues había algo demasiado pavoroso e in-
   humano en su fealdad. Traté de hablar, pero las pa-
   labras se me quedaron en los labios. El monstruo
   seguía profiriendo exaltadas y confusas recrimina-
   ciones. Por fin logré dominarme y, aprovechando
   una pausa en su agitado monólogo, dije:
     ––Tu arrepentimiento es ya superfluo. Si hubieras
   escuchado la voz, de la conciencia, y atendido a los
   dardos del remordimiento, antes de llevar tu diabóli-
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