Page 140 - Frankenstein
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ba la cabeza en las rodillas. Al vernos entrarse
levantó, y cuando estuvimos a solas, se echó
llorando a los pies de Elizabeth, que también
comenzó a sollozar.
Justine ––dijo––, ¿por qué me has arrebatado
mi último consuelo? Confiaba en tu inocencia y,
aunque me sentía muy desgraciada, no estaba
tan triste como ahora.
––¿Usted también me cree tan perversa? ¿Se
une a mis enemigos para condenarme?
Justine se ahogaba por el llanto.
Levántate, pobre amiga mía ––dijo Elizabeth.
¿Por qué. te arrodillas, si eres inocente? No soy
uno de tus enemigos. Te creía inocente hasta
que supe que tú misma habías confesado tu
culpabilidad. Ahora me dices que eso es falso.
Ten la seguridad, Justine querida, de qué nada,
salvo tu propia confesión, puede quebrar mi
confianza en ti.
Es cierto que confesé, pero confesé una menti-
ra, para poder obtener la absolución. Y ahora
esa mentira pesa más sobre mi conciencia que