Page 207 - Frankenstein
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miento de las órdenes de caballería, la cristian-
   dad, los reyes. Supe del descubrimiento del
   hemisferio americano y lloré con Safie la desdi-
   chada suerte de sus indígenas.
     Estas maravillosas narraciones me llenaban
   de extraños sentimientos. ¿Sería en verdad el
   hombre un ser tan poderoso, virtuoso, magnífi-
   co y a la vez tan lleno de bajeza y maldad? Unas
   veces se mostraba como un vástago del mal;
   otras, como todo lo que de noble y divino se
   puede concebir. El ser un gran hombre lleno de
   virtudes parecía el mayor honor que pudiera
   recaer sobre un ser humano, mientras que el ser
   infame y malvado, como tantos en la historia, la
   mayor denigración, una condición más rastrera
   que la del ciego topo o inofensivo gusano. Du-
   rante mucho tiempo no podía comprender có-
   mo un hombre podía asesinar a sus semejantes,
   ni entendía siquiera la necesidad de leyes o
   gobiernos; pero cuando supe más detalles sobre
   crímenes y maldades, dejé de asombrarme, y
   sentí asco y disgusto.
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