Page 324 - Frankenstein
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que me seguía y me rodeaba. En aquel momen-
to se acercó un hombre de aspecto desagrada-
ble y, cogiéndome por el hombro, dijo:
––Venga usted conmigo a ver al señor Kirwin.
Tendrá que explicarse.
––¿Quién es el señor Kirwin? ¿Por qué debo
explicarme?, ¿no es éste un país libre?
––Sí, señor; libre para la gente honrada. El se-
ñor Kirwin es el magistrado, y usted deberá
explicar la muerte de un hombre que apareció
estrangulado aquí anoche.
Esta respuesta me alarmó pero pronto me so-
brepuse. Yo era inocente y podía probarlo fá-
cilmente; así que seguí en silencio a aquel hom-
bre, que me llevó hasta una de las mejores casas
del pueblo. Estaba a punto de desfallecer de
hambre y de cansancio; pero, rodeado como me
encontraba por aquella multitud, consideré
prudente hacer acopio de todas mis energías
para que la debilidad física no se pudiera tomar
como prueba de mi temor o culpabilidad. Poco
esperaba entonces la calamidad que en pocos