Page 340 - Frankenstein
P. 340
el ánimo; pero pronto se dio cuenta de que una
cárcel no era el lugar más propicio para la ale-
gría.
––¡Qué sitio este para vivir, hijo mío! ––dijo,
observando con tristeza las enrejadas ventanas
y el aspecto siniestro del cuarto––. Partiste de
viaje en busca de distracciones; pero parece
perseguirte la fatalidad. ¡Y el pobre Clerval...!
El oír el nombre de mi infeliz compañero fue
demasiado para el estado en que me hallaba, y
prorrumpí en llanto.
––¡Padre! respondí–– un destino fatal pen-
de sobre mi cabeza, y debo vivir para cumplir-
lo; de no ser por esto, hubiera muerto ya sobre
el ataúd de Henry.
No pudimos hablar mucho tiempo, pues mi
delicada salud requería que se tomaran todas
las precauciones para asegurarme la tranquili-
dad. Entró el señor Kirwin e insistió en que mis
escasas fuerzas no admitían tanta emoción. Mas
la presencia de mi padre había sido para mí