Page 342 - Frankenstein
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Se acercaba el momento de las sesiones. Ya
llevaba en la cárcel tres meses; y aunque seguía
estando muy débil y continuaba el peligro de
una recaída, tuve que viajar unas cien millas
hasta la ciudad en la que se encontraba el tribu-
nal. El señor Kirwin se encargó de convocar a
los testigos y de organizar mi defensa. Me evi-
taron la vergüenza de aparecer en público como
un asesino, puesto que no llevaron el caso ante
el tribunal de convictos de homicidio.
La acusación fue desestimada, al comprobarse
que yo estaba en las islas Orcadas cuando se
halló el cadáver de mi amigo; y quince días
después de haberme trasladado a la capital es-
taba en libertad.
Mi padre tuvo una inmensa alegría al saber-
me absuelto del cargo de asesinato, y de pensar
que ya podía volver a respirar el aire libre y
regresar a nuestra patria. Yo no compartía estos
sentimientos; las paredes de la cárcel no me
resultaban más odiosas que las de un palacio.
Mi vida se había visto emponzoñada para