Page 353 - Frankenstein
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que, durante tu ausencia, a menudo he querido de-
   cirte, sin que jamás haya encontrado el valor para
   hacerlo.
     Sabes bien, Víctor, que desde nuestra infancia tus
   padres han acariciado la idea de nuestra unión. Nos
   la comunicaron siendo nosotros muy jóvenes, y nos
   enseñaron a esperar esto como algo que con toda
   seguridad se llevaría a cabo. Fuimos siempre buenos
   compañeros de juegos durante nuestra niñez y creo
   que a medida que crecimos nos convertimos, el uno
   para el otro, en estimados y apreciados amigos. Pero
   ¿no podría ser el nuestro el mismo caso que el de los
   hermanos que, aun cuando sienten un gran cariño,
   no desean una unión más íntima entre sí? Dímelo,
   querido Víctor. Contéstame, te lo ruego en nombre
   de nuestra mutua felicidad, con franquea: ¿quieres a
   otra mujer?
     Has viajado; has pasado varios años de tu vida en
   Ingolstadt. Te confieso, amigo mío, que cuando te vi
   tan apenado el otoño pasado, en busca siempre de la
   soledad y rehuyendo la compañía de todos, no pude
   por menos de suponer que quizá lamentaras nuestra
   relación y te creyeras obligado por el honor a cum-
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