Page 349 - Frankenstein
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asesinato, e intentaba convencerme de la inuti-
lidad de la soberbia.
Padre, ¡qué poco me conoces! le dije. Es
verdad que el ser humano, sus sentimientos y
sus pasiones se verían humillados si un desgra-
ciado como yo pecara de soberbia. La pobre e
infeliz Justine era tan inocente como yo, y fue
culpada de lo mismo; murió acusada de un acto
que no había cometido; yo fui el culpable, yo la
asesiné. William, Justine y Henry..., ;los tres
murieron a manos mías.
Durante mi encarcelamiento, mi padre me
había oído hacer esta afirmación con frecuencia
y, cuando me oía hablar así, a veces parecía
desear una explicación; otras, tomaba mis pala-
bras como ocasionadas por la fiebre, pensando
que durante la enfermedad se me había ocurri-
do esta idea, cuyo recuerdo mantenía incluso
durante la convalecencia. Yo evitaba las expli-
caciones, y guardaba silencio respecto del en-
gendro que había creado. Tenía el presenti-
miento de que me tacharía de loco, lo cual me