Page 59 - Vuelta al mundo en 80 dias
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del modo que se sabe, en la travesía de la península indostánica; pero es de suponer que
Phileas Fogg no lo sentía.
XV
El tren se detuvo en la estación. Picaporte se apeó el primero, y fue seguido de mister Fogg,
quien ayudó a su joven compañera a descender al andén. Phileas Fogg pensaba ir
directamente al vapor de Hong Kong, a fin de instalar allí convenientemente a mistress
Aouida, de quien no quería separarse mientras estu-viese en aquel país tan peligroso para
ella.
Cuando mister Fogg iba a salir de la estación, se acercó a él un agente de policía diciéndole:
¿El señor Phileas Fogg?
Yo soy.
¿Es ese hombre vuestro criado? añadió el agente designando a Picaporte.
Sí.
Tened ambos la bondad de seguin ne.
Mister Fogg no hizo movimiento alguno que demostrase la menor sospecha. El agente era
un repre-sentante de la ley, y para todo inglés, la ley es sagrada, Picaporte, con sus hábitos
franceses, quiso hacer observaciones, pero el agente le tocó con su varilla, y Phileas Fogg le
hizo seña de obedecer.
¿Puede acompañarnos esta joven dama? pre-guntó mister Fogg,
Puede hacerlo respondió el agente.
Mister Fogg, Aouida y Picaporte, fueron conduci-dos a un "palki ghari", especie de
carruaje de cuatro ruedas y cuatro asientos, tirado por dos caballos. Par-tieron sin que nadie
hablase durante el trayecto, que duró unos veinte minutos.
El carruqie atravesó primeramente la ciudad "negra" de calles estrechas formadas por unos
casuchos donde pululaba una población cosmopolita, sucia y andrajosa, y luego pasó por la
ciudad europea, embellecida con casas de ladrillos, adornada de palmeras, erizadas de
arboladu-ras, y que, a pesar de la hora, temprana, estaba ya reco-rrida por elegantes jinetes
y magníficos can uqies.