Page 52 - Un poeta con dos ruedas : cuento para los 11 años de edad y sus alrededores
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gorro     de   don    Pepe     Pizarrón       y  ponérselo       al   espanta-

                   pájaros,      para     convertirlo       en   un    "espantaniños".

                         Así    lo   hicieron:      el   pajarito     que     demostró       tener

                   más    fuerza     marcando        su   pico   en   la  corteza     del   árbol,

                   entró     rápidamente          en   la   escuela       cuando      los    niños

                   se   habían      marchado,         y   con    una     audacia       impresio-
                   nante      arrambló        con     el   gorro     para      colocárselo        al

                   monigote.

                         ¡Nadie,       en   Villacolorín         de    las    Cintas,     se    dio

                   cuenta      de   que    aquella      extraña     prenda       iba   volando!

                   Pero    es   el  caso   que    cuando      Lupito     y   sus   amigos,     con

                   las   manos       abarrotadas         de   piedras,      vieron      de    lejos

                   que    el  gorro    del   maestro       aparecía      detrás    del    cerrito,
                   gritaron      asustados       y   confundidos:

                         —¡Vamonos,            que    está    ahí    don    Pepe!.      . .

                         Dejaron       caer    las  piedras      al   suelo,    y   todos     ellos

                   regresaron        inmediatamente           al   pueblo.

                         Sucedió      que    la   esposa     del   señor     Pizarrón,      vieje-

                   cita   habilidosa,        se  pasó     unas     horas     tejiendo,     y   por

                   la  mañanita        el  maestro      lucía    un   gorro     que   era    exac-
                   tamente      igual    al   otro;   en   consecuencia,         Lupito      y  los

                   demás      colegiales      creyeron       que    era   el   mismo.

                         Volvieron       a  las   huertas     por    la  tarde.    .  .  y  al  día

                   siguiente...        y   al  otro...      y  al  otro...      y  como      siem-

                   pre    creían     encontrarse         a   don    Pepe,      decidieron        no

                   insistir    en    aquella      travesura       de    buscar     y    rebuscar

                   los   frutas    para     su   merienda.

                         ¡Los    pájaros      habían      triunfado!        Y   fueron      ellos,

                   de    nuevo,      los    picaros      que     repicoteaban         las    man-

                   zanas.






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