Page 155 - Matilda
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—.  ¡Por  favor,  venga  conmigo  y  dígaselo!  ¡Tenemos  que  apresurarnos!
      ¡Tenemos que correr!









        Un instante después, las dos se dirigían corriendo por el sendero de entrada
      hacia  la  calle.  Matilda  iba  delante,  tirando  de  la  señorita  Honey,  y  fueron
      corriendo desenfrenadamente por el campo y por el pueblo hasta la casa de los
      padres de Matilda. El gran Mercedes negro estaba aún en la puerta y el maletero
      y  las  puertas  estaban  abiertas,  mientras  el  señor  y  la  señora  Wormwood  y  el
      chico  se  movían  apresuradamente  de  un  lado  a  otro,  cargando  las  maletas,
      cuando llegaron corriendo Matilda y la señorita Honey.
        —¡Mamá, papá! —exclamó Matilda, jadeando—. ¡No quiero ir con vosotros!
      ¡Quiero  quedarme  aquí  y  vivir  con  la  señorita  Honey,  y  ella  dice  que  puedo
      hacerlo, pero sólo si me dais permiso! ¡Decid que sí, por favor! ¡Vamos, papá, di
      que sí! ¡Di que sí, mamá!
        El padre se volvió y miró a la señorita Honey.
        —Usted es la profesora que vino a verme una vez, ¿no? —dijo.
        Luego volvió a su tarea de colocar maletas en el coche.
        —Ésta tendrá que ir en el asiento trasero —le dijo su mujer—. Ya no hay
      más sitio en el maletero.
        —Me  encantaría  tener  conmigo  a  Matilda  —dijo  la  señorita  Honey—.  Yo
      cuidaría de ella con todo cariño, señor Wormwood, y pagaría todos sus gastos. No
      les costaría a ustedes ni un penique. Pero no fue idea mía, sino de Matilda. Sin
      embargo, no accederé a quedarme con ella sin que den su pleno consentimiento
      de buen grado.
        —¡Vamos, Harry! —dijo la madre, metiendo la maleta en el asiento trasero
      —. ¿Por qué no la dejamos, si es eso lo que quiere? Será una menos de quien
      ocuparse.
        —Tengo prisa —dijo el padre—. Tengo que tomar ese avión. Si ella quiere
      quedarse, que se quede. Por mi parte no hay inconveniente.
        Matilda  se  arrojó  en  brazos  de  la  señorita  Honey  y  se  abrazó  a  ella.  La
      señorita Honey la abrazó a su vez y, a poco, la madre, el padre y el hermano se
      subieron al coche y éste salió disparado con un fuerte chirrido de neumáticos. El
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