—¡Dios mío! —exclamó—. ¿Qué pasa?
Matilda se detuvo frente a ella, sin aliento y con el rostro rojo:
—¡Se van! —exclamó—. ¡Se han vuelto todos locos y están haciendo las
maletas para irse a España dentro de treinta minutos!
—¿Quiénes? —preguntó tranquilamente la señorita Honey.