Page 147 - Matilda
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empezado a escribir. Tan sencillo había sido, que parecía como si ella no hubiera
hecho nada.
En ese momento entró precipitadamente en la clase la enfermera de la
escuela, seguida de cinco profesores, tres mujeres y dos hombres.
—¡Caramba, al fin ha podido vencerla alguien! —exclamó uno de los
hombres, sonriendo—. ¡Enhorabuena, señorita Honey!
—¿Quién le ha echado agua? —preguntó la enfermera.
—Fui yo —dijo Nigel, orgullosamente.
—¡Bien hecho! —exclamó otro de los profesores—. ¿Traemos más?
—Deje eso —dijo la enfermera—. Tenemos que trasladarla a la enfermería.
Hicieron falta los cinco profesores y la enfermera para levantar a la
gigantesca mujer y salir tambaleándose con ella de la clase.
La señorita Honey dijo a los alumnos:
—Creo que será mejor que os vayáis al patio y que paséis el rato hasta la
próxima clase.
A continuación se volvió, se dirigió a la pizarra y borró cuidadosamente todo
lo escrito con tiza. Los niños comenzaron a salir del aula. Matilda inició la salida
con ellos, pero al pasar junto a la señorita Honey se detuvo y sus ojos
centelleantes se encontraron con los de la profesora, que se acercó y le dio a la
niña un fuerte abrazo y un beso.