Page 143 - Matilda
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—¡Espere! —exclamó—. ¡Espere un momento! Tengo que sumar ocho
melones de invierno y ocho de verano… —empezó a contar con los dedos.
—¡Ampolla reventada! —gritó la Trunchbull—. ¡Gusano asqueroso! ¡Eso no
es una suma! ¡Es una multiplicación! ¡La respuesta es tres por ocho! ¿O es ocho
por tres? ¿Qué diferencia hay entre tres por ocho y ocho por tres? ¡Dímela,
pedazo de inmundicia, y cuidado con lo que dices!
Wilfred estaba ya demasiado asustado y aturdido para poder hablar.
La Trunchbull se plantó en dos zancadas a su lado y, mediante un
sorprendente truco gimnástico o, quizá, con una llave de judo o kárate, golpeó por
detrás las piernas de Wilfred con uno de sus pies, de tal forma que el niño salió
disparado del suelo y dio un salto mortal en el aire. A medio camino del salto
mortal, ella le agarró por un tobillo y le mantuvo sujeto cabeza abajo, como un
pollo desplumado en el escaparate de una tienda.
—¡Ocho por tres —gritó la Trunchbull, balanceando a Wilfred de un lado a
otro, sujeto por el tobillo— es lo mismo que tres por ocho y es igual a
veinticuatro! ¡Repítelo!
En ese preciso momento, Nigel, que estaba sentado al otro lado de la
habitación, dio un brinco y señaló nervioso en dirección a la pizarra, chillando:
—¡La tiza! ¡La tiza! ¡Mirad la tiza! ¡Se mueve sola!
Tan histérica y penetrante fue la exclamación de Nigel, que todos los que
estaban allí, incluso la señorita Trunchbull, miraron a la pizarra. Allí, sin que
cupiera la menor duda al respecto, se movía un trozo de tiza nuevo, cerca de la