Page 145 - Matilda
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—¡No! —gritó—. ¡No puede ser! ¡No puede ser Magnus!







        La señorita Honey, situada a un lado de la clase, miró rápidamente a Matilda.
      La niña estaba muy derecha en su pupitre, la cabeza erguida, la boca apretada y
      los ojos brillantes como dos estrellas.






        Por alguna razón, todos miraban ahora a la Trunchbull. El rostro de la mujer
      se había tornado blanco como la nieve y abría y cerraba la boca como un pez
      fuera del agua, profiriendo sonidos entrecortados.
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