Page 25 - Matilda
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—Le estuvo bien empleado —dijo la señora Wormwood—. En primer lugar,
no debía haberse metido el dedo ahí. Es una costumbre repugnante. Si a todos los
niños les pusieran pegamento en los dedos, dejarían de hacerlo.
—Las personas mayores también lo hacen, mami —dijo Matilda—. Yo te vi
a ti hacerlo ayer en la cocina.
—¡Estoy harta de ti! —exclamó la señora Wormwood enrojeciendo.
El señor Wormwood tuvo que dejarse el sombrero puesto durante la cena,
frente al televisor. Tenía un aspecto ridículo y se mantuvo en silencio.
Cuando fue a acostarse trató de quitárselo de nuevo, y lo intentó también su
mujer, pero no cedió.
—¿Cómo voy a ducharme? —preguntó.
—No podrás ducharte —le dijo su mujer.
Más tarde, al observar a su enjuto marido dando vueltas por el dormitorio con
su pijama de rayas moradas y el sombrero de copa baja en la cabeza, pensó el
aspecto tan ridículo que tenía. Difícilmente podía asociarlo al tipo de hombre con
quien sueña una mujer.