Page 10 - 12 Kepler
P. 10

donde poder ejercer mejor el oficio de pensar. No sabía «si ir a una
                     ciudad devastada o a una por devastar». No hay que olvidar que
                     entonces la confrontación religiosa entre católicos y protestantes
                     experimentaba su más encarnizada realidad. Ni que esta confron-
                     tación era especialmente cruenta precisamente en el sur de Ale-
                     mania, donde él nació, y en Austria y en Bohemia, donde pasó la
                     mayor parte de su vida. Protestante y educado en la confesión de
                     Augsburgo, pero de creencia libre, fue también rechazado por sus
                     propios correligionarios. Lutero había defendido la interpretación
                     libre de la Biblia, pero sus sucesores no lo entendieron así.
                         Al contrario, los católicos, y en especial los jesuitas, quisieron
                     atraer al catolicismo a tan respetable científico, pero él prefirió
                     reiteradamente ser expulsado a la negación de su fe.  Así,  aban-
                     donó Graz por Praga, Praga por Linz, Linz por Zagan. Iba en busca
                     de paz, pero el enfrentamiento religioso emigraba tras él. Podría
                     haberse quedado en estas ciudades si hubiera renunciado a sus
                     creencias. Y podría también haber vuelto a su patria, a la Univer-
                     sidad de Tubinga, pero su integridad fue extrema.
                         Así pues, como todos los grandes científicos de esa época,
                     sufrió la intolerancia religiosa. Pero el caso de Kepler es distinto:
                     padeció la intolerancia por su creencia, no por su ciencia. El mo-
                     delo del mundo de Copérnico era rechazado tanto por Lutero como
                     por el papa y, sin embargo, Kepler lo aceptó desde muy joven y lo
                     defendió toda su vida sin que apenas fuera molestado por ello. Sí
                     que es cierto que sus libros figuraron en el Índice de libros prohi-
                     bidos, pero, como bien le dijo un amigo a modo de consuelo, no
                     debía preocuparse por ello: esos eran los que más se leían.
                         Copérnico tuvo que declarar que el movimiento de la Tierra
                     no era real, sino una estratagema matemática para simplificar los
                     cálculos. Por cierto, sobre esto opinaba Kepler que aceptar una
                     Tierra inmóvil para leer el libro de Copérnico era como quemarlo
                     antes de comenzar su lectura. Tycho Brahe no sufrió persecución
                     religiosa, fue  más bien una persecución por sus derroches y su
                     tiranía, aunque su exilio en Dinamarca tenía también una ligera
                     motivación de este tipo.  Galileo fue  obligado a renunciar a sus
                     ideas y vivió sus últimos años con la Inquisición en casa. Y Gior-
                     dano Bruno murió quemado vivo. Sin embargo, Kepler fue admi-






          10         INTRODUCCIÓN
   5   6   7   8   9   10   11   12   13   14   15